La reciente reyerta multitudinaria -o riña tumultuaria según el Código Penal- con un trágico final ha vuelto a poner al sector ultra del fútbol español en el ojo del huracán, abriendo día sí y día también los informativos deportivos y haciéndose un hueco en todo tipo de programas que buscan sacar rendimiento comercial a un tema de rigurosa actualidad como lo es éste. El Consejo Superior de Deportes (CSD), la LFP y la Federación (RFEF) ya se han reunido y han acordado un paquete de medidas para atajar este problema que, aunque no lo parezca, lleva décadas presente en los estadios, otra cosa es que de nuevo haya habido que esperar a que suceda una tragedia para que se actúe, this is Spain que dirían algunos. A continuación se exponen las razones por las que los ultras no van a ser erradicados de los campos de fútbol español -por lo menos con las actuaciones que se han llevado a cabo hasta día de hoy-:
Vetar la entrada a los grupos ultra o más pasionales provocaría que algunos estadios pudieran quedarse semi-vacíos. Los ingresos por Matchday -término inglés que hace referencia a los ingresos por venta de entradas en taquilla- caerían dramáticamente porque no todos los clubes tienen la masa social que sí tienen los que curiosamente ya han apartado a los ultras de sus gradas (Real Madrid y FC Barcelona) para sustituir a los expulsados o vetados. Nota discordante en esto último la del RCD Espanyol que también ha apartado a las Brigadas Blanquiazules de su gradería.
Además de la venta de entradas, estos sectores son uno de los clientes más jugosos en cuanto a la venta de merchandising ya que suelen acompañar sus complementos y atuendos de simbología política con todo tipo de bufandas, camisetas, y productos del club.
Pese a lo anteriormente expuesto, cabe decir que una espiral excesiva de violencia puede ser contraproducente ya que lo que se gana por una parte se puede perder en forma de aficionados que dejan de acudir a los estadios por miedo a ser linchados o increpados.
2. Los presidentes tienen pánico
Joan Laporta y Florentino Pérez han tenido que pasar por un auténtico calvario tras prohibir la entrada al Camp Nou y al Santiago Bernabéu a sus respectivos grupos ultras: Boixos Nois (2003) y Ultras Sur (2014). Amenazas directas de muerte, amenazas a familiares, pintadas en sus lugares de residencia, profanación de la sepultura de la fallecida esposa de Florentino... Con estos precedentes no es de extrañar que ningún presidente se atreva a dar un paso en firme por temor a su integridad física y a la de sus allegados.
Pintadas amenazadoras a Joan Laporta hechas por integrantes de los Boixos Nois
3. No hay apoyo institucional
Directamente relacionado con el segundo punto, la única manera de que los distintos presidentes actúen es con apoyo institucional de los máximos organismos del fútbol estatales y de las autoridades policiales. En lugar de delegar, la Federación tendría que afrontar directamente el problema. No vale con repartir folletos de buenas conductas ni con medias tintas. La delegación no es la solución.
4. Prohibición vs (re)educación
Aunque se logre impedir la entrada de los radicales como grupo, podrán seguir entrando a título individual o incluso rebautizarse y cobijarse en unas siglas nuevas. Hay un problema educativo y social que excede el ámbito del fútbol. Muchos de los jóvenes que acaban en dichos grupos no lo hacen por pasión por el mismo club (que también) sino porque encuentran en ellos una familia y un apoyo que en su vida familiar no tienen. La exclusión social también conduce a estas personas a alistarse en este tipo de organizaciones que aparte de afecto, les ofrecen incluso trabajo o alguna fuente de ingresos con la que subsistir. Es importante acompañar las medidas prohibitivas con medidas de re-educación y mejora de la cohesión social.
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